jueves, 20 de noviembre de 2014

Un paisaje, una isla

Por consejo de mis amigos trato de nunca repetir paisajes, para qué, si todavía me queda medio mundo por conocer (claramente más de medio mundo), menos aún repetir lugares; pero hay ciertos paisajes en los que recaigo una y otra vez. La selva me provoca algo que me hace feliz. Caminar con la humedad en el cuerpo, escuchando y mirando atentamente si aparece algún animal que no tenga en mi lista de vistos, mejor incluso si ni sabía que existía, para correr a internet o a algún libro y aprenderme el nombre y saber qué tan afortunada fui de verlo. Esa sensación de adrenalina que tengo cuando voy sola y de "no miedo" (el que se ha ido de paseo conmigo sabe lo cagona que puedo llegar a ser)... eso, el no miedo hace que me sienta tan bien. Camino con confianza, pendiente de algo más que no sea yo y mis rollos de fantasmas y criaturas que no existen. Voy atenta a que se me cruce una culebra y ojalá venenosa, atenta a escuchar algún pájaro que no reconozca, a ver pequeñas ciudades de hongos que aparecen y desaparecen en horas, a mirar huellas en el suelo a ver si algún día voy a tener la suerte de cruzarme con un felino que no sea un gato doméstico y a compartir con el que ande de esas sensaciones... Eso me lo provoca la selva y nada más que la selva que descubrí cuando salí de Chile. Por eso vuelvo, una y otra vez y no me cansa, por eso sueño con mi casa en medio del clima tropical y por eso cada vez que voy a uno de estos lugares me pregunto cuánto costará un pedacito de terreno y le pregunto a la gente qué es lo que no crece en este suelo, por qué compran en el negocio de la esquina si pueden plantar todo en el metro cuadrado que tienen de patio en sus casas...

 Hay lugares que me marcan y vengo llegando de otro. Una isla. Cómo no, si dicen que las islas son mágicas, donde por alguna razón corroboré el bienestar que me provoca también el clima árido, semi desierto, las construcciones de piedra, el pasto seco, la sombra que producen los escasos árboles y la personalidad de la gente que lo habita... la gente es diferente, tiene otro ánimo, un abismo de diferencia con la gente de la ciudad, sumándole el mar más lindo que he visto y los acantilados con la vista más increíble que alguna vez tuve.

Llegué al lugar porque un día la Berni me lo puso en la cabeza y no se fue más. Ella dice que me odia ahora porque finalmente no pudo ir y yo terminé yendo un año después. A pesar de eso, sé que vamos a volver juntas algún día... Esa isla tiene algo especial que ni siquiera se puede describir porque se siente muy adentro, es casi como mirar a alguien que te gusta y no poder quitarle la vista con una sonrisa que no se borra.

Hice las paces con el mar, me quité el miedo que tenía de bucear e hice más snorquel que en un año de viaje. Me propuse sólo unos días en ese lugar porque Europa me sale carísimo y pensé que sería la primera y última vez, pero hoy que me voy, me dan ganas de quedarme por un año completo, ver cómo se van los turistas como yo y disfrutar de ese paraíso sin gente como nosotros que viene a perturbar la armonía de cada rincón que existe en los 22km de largo que tiene la isla.

Todo fue mágico. Nos recorrimos la isla casi completa en bicicleta y a cada pedaleo me llenaba el cuerpo de aire limpio con olor a mar y me sorprendía sonriendo de placer y felicidad.

En Ibiza nos decían que ni nos molestáramos en cruzar a la isla de los viejos jipis y yo desde Formentera pensaba en cómo no cruzamos un día antes, cómo hay gente que prefiere pasar 3 noches de fiesta nocturna y saltarse el mar turquesa y el sol radiante del día... Todavía me cuesta entenderlo, pero a veces prefiero que se quede así. Me extraña pensar que esto sea Europa y que todavía queden lugares sin intervenir, salvo uno que otro taradito que construyó un 5 estrellas de concreto y aluminio, me quedo con la imagen de pueblos pequeños, de casitas de piedras o blancas de cal con ventanas de madera, la mayoría color ''mar mediterráneo'' o para la Nico, azul mediterráneo. Pueblitos que se contrastan armónicamente con el paisaje. Es la imagen que se me viene cuando pienso en Formentera; esa y la de las higueras sostenidas por palos endebles y lagartijas color arco iris con un faro de fondo.

No me aburrí un segundo ni dejé de admirar cada uno de los lugares que visitamos, no me sorprende porqué esta isla es escenario de muchos mitos e historias de piratas y aventureros que alguna vez navegaron el mediterráneo... Yo sola podría escribir diez páginas de este lugar, pero hay muchísimos que se me adelantaron y tienen libros completos de historias relacionadas con la isla y con el mar que lo rodea, porque ese también es otro mundo y merece otro cuento.Por ahora me quedo con las imágenes en mi cabeza y con la idea de que Formentera es uno de esos lugares que están en mi lista de ''tengo que volver y vivir ahí'' :)

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